Grandes esperanzas
Great Expectations
EE.UU., Reino Unido | 128 min. | Drama romántico
Dirección: Mike Newell
Intérpretes: Jeremy Irvine, Ralph Fiennes, Helena Bonham Carter, Robbie Coltrane, Jason Flemyng, Sally Hawkins, Ewen Bremner
Público apropiado: Jóvenes
Contenidos [de 0 a 4]: Acción: 1, Amor 3, Lágrimas 3, Risas 1, Sexo 0, Violencia 0
El desdichado huérfano Pip vive con su tiránica hermana mayor y su
bondadoso cuñado herrero Joe. Cuando está en el cementerio ante la tumba
de su madre irrumpe en la escena Magwitch, un preso fugado de aspecto
amenazador que le pide algo de comer y una lima para romper sus cadenas.
Asustado, pero también compadecido, le ayudará, aunque eso no impide
que acabe detenido. En el futuro poco prometedor de Pip se abre una
rendija a la esperanza cuando la excéntrica y amargada miss Havisham,
encerrada siempre en su enorme mansión, le reclama a modo de
entretenimiento, y le pide que juegue con su protegida Estella, una
altiva chica de su edad, de la que se enamora. El contraste entre sus
modales y educación y los de ella empujan a Pip a esforzarse por
convertirse en un caballero.
El guión firmado por David Nicholls atrapa muy bien la idea que encierra el título original “Great Expectations”, de la que sería una traducción más exacta que la habitual la de “Grandes expectativas”, pues el film habla de eso precisamente, de las expectativas de los personajes, a veces ambiciones de corto vuelo -la de Pip de alcanzar una posición social, la de ayudarle que tiene su misterioso benefactor, la de la mujer recluida en su casa y que se proyecta en su protegidas...- que impiden ver el amor que están recibiendo y que podrían prodigar a los demás.
Y sin embargo... la película no es redonda. Pese a la ambientación, pese a unos grandísimos actores -tanto los más conocidos, Ralph Fiennes, Robbie Coltrane y Helena Bonham Carter, como los emergentes Jeremy Irvine o Jason Flemyng, están muy bien...-, algo falla en el último tramo de la narración, donde los datos se embarullan y entregan de modo algo confuso y precipitado. Lo que no quita para que estemos ante una dignísima versión del clásico dickensiano que ayuda a que mantengamos “grandes esperanzas”.
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