House of Cards
House of Cards
EE.UU. | 635 min | Drama-Thriller
Creador: Beau Willimon
Interpretes: Kevin Spacey, Robin Wright, Michael Kelly, Kristen Connolly, Kate Mara, Corey Stoll
Público apropiado: Jóvenes-adultos
Contenidos [de 0 a 4]: Acción 1, Amor 0, Lágrimas 1, Risas 1, Sexo 2, Violencia 1
Recién elegido el nuevo y demócrata
presidente de Estados Unidos, el congresista Francis Underwood contaba con ser
nombrado secretario de estado. Pero el ingrato presidente electo ha decidido no
cumplir su promesa, las circunstancias políticas obligan. No queda convencido
Underwood, que a partir de ese momento orquesta su particular venganza: no sólo
torpedeará a quien el presidente ha señalado como secretario de estado para
colocar a una mujer en su lugar, sino que apoyará una nueva ley de educación a
su gusto, y filtrará información a su gusto a una bloguera del influyente
diario The Washington Tribune; y todo ello con la apariencia de ser un fiel
colaborador de la Casa Blanca, a la que no guardaría rencor. Entretanto la
esposa de Francis, Claire, busca el modo de sacar adelante sus proyectos
medioambientales sin ánimo de lucro, contando con que los fondos que manejará
no son los deseados por la falta de consideración de que ha sido víctima él.
Traslación a la realidad política
americana de la novela del británico Michael Dobbs, que fue convertida en serie
televisiva por la BBC en la última década del siglo XX. Se trata de un
ambicioso proyecto de Netflix, el portal de internet para alquiler de películas
y series televisivas, que de este modo se mete de lleno en la producción,
incluso con el atrevimiento de haber puesto simultáneamente a disposición de
sus usuarios, los 13 episodios de que consta su primera temporada. Los dos
primeros capítulos los dirige el estiloso David Fincher, en su primera incursión
televisiva, y otros cineastas ligados a House
of Cards responden a los prestigiosos nombres de James Foley, Joel
Schumaker, Carl Franklin y Allan Coulter, entre otros.
El enfoque de House of Cards es tremendamente cínico: la entrega de Francis a la
política es una exclusiva mirada a su propio ombligo, no consiste en otra cosa
que en sentir el vértigo del poder y salirse con la suya, siempre desde una
altura clarividente que mira a los demás con desprecio, sean “lobos” o de la
“manada”. Ello se subraya con la escenas en que Francis, un papel a la medida
de Kevin Spacey, mira directamente a cámara para exhibir sin tapujos su
desprecio a los demás, su escasa confianza en la naturaleza humana la búsqueda
de su exclusivo interés. Su matrimonio con Claire –no tienen hijos– parece más
una fría asociación conveniente para ambos, que algo basado mínimamente en algo
parecido al amor. Y los otros congresistas, la periodista, los ciudadanos
sufrientes, no son más que peones sacrificables en su particular partida política
de ajedrez; y ello porque tampoco es que sean mejores que él. Está claro que la serie,
desarrollada en su versión yanqui por Beau Willimon, tiene gancho y está bien
rodada. Logra intrigar y los actores hacen un buen trabajo. Pero la imagen que
transmite de la actividad política es algo muy parecido a una cloaca donde
nadie parece pensar que está prestando un servicio a los ciudadanos. Lo que
resulta altamente deprimente.
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