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jueves, 21 de marzo de 2013

Crítica de la película "Érase una vez en Anatolia"

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Érase una vez en Anatolia
Bir zamanlar Anadolu'da

Turquía | 150 min. | Drama policíaco

Dirección: Nuri Bilge Ceylan
Intérpretes: Yilmaz Erdogan, Taner Birsel, Ahmet Mumzat Taylan, Muhammet Uzuner

Público apropiado: Jóvenes-adultos
Contenidos [de 0 a 4]: Acción: 0, Amor 1, Lágrimas 1, Risas 0, Sexo 0, Violencia 1

De noche en el pelado paisaje de Anatolia, en Turquía. Tres automóviles. A bordo dos asesinos, que guían a policías, soldados, operarios, el forense y el fiscal, al punto donde enterraron el cadáver de su víctima. Pero en la oscuridad todos los lugares parecen iguales. Las horas pasan, las conversaciones se prolongan, hay cansancio acumulado, no sólo por la falta de sueño, sino también por una vida donde no resulta fácil el acceso a la verdad, en que las penas y decepciones no faltan. Aunque un rayo de luz, o un ángel, pueda momentáneamente iluminar el camino.
No es fácil reseñar con plena justicia una película del turco Nuri Bilge Ceylan, autor de filmes tan potentes como la inolvidable Lejano. En sus películas, difíciles para el espectador impaciente, el “tempo” resulta fundamental, no hay prisas, se puede (y se debe) sostener un plano el tiempo que haga falta, ver unos automóviles serpenteando por un camino, escuchar en off las conversaciones de sus ocupantes. Su formación como fotógrafo concede al cineasta un sentido de la composición y un empaque visual a la narración sencillamente apabullantes. El Premio del Jurado que ganó Érase una vez en Anatolia en Cannes resulta más que merecido.
Gustará más o menos, pero Érase una vez en Anatolia es justamente la película que pretende Ceylan. Con meticulosidad extrema pero nunca cansina, somos testigos de un trabajo desagradable, el levantamiento de un cadáver y su autopsia, tratados de modo casi documental. E imbricado con ello, a modo de singular cuento o fábula, “érase una vez...”, tenemos ante nuestros ojos, leve pero poderosamente esbozados, una serie de personajes sufrientes, que en un tiempo amaron, y ahora su corazón es un mar agitado de aguas turbulentas, a los que cuesta encontrar la deseada paz. Ceylan demuestra ser un profundo conocedor de la naturaleza humana, y con triste mirada, que no desesperanzada, muestra sus miserias y cómo nos afectan.

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